jueves, 5 de junio de 2008

La Nueva Arquitectura del Pensamiento y la Acción Educativa Necesaria para Cambiar los Órdenes y Códigos Simbólicos


Curso: Educación, desarrollo endógeno y producción social.
Grupo 1. Visión Robinsoniana. Núcleo La Grita
Camargo de Labrador, Josefa Elisa.
Camargo de Duque, María Catalina.
Duarte de García, Carmen Leonilde.
Mora Contreras, Geraldine.
Mora Chacón, Naxey.


La educación, en la nueva arquitectura del pensamiento: El árbol de las tres raíces, constituye la base fundamental para la construcción de una sociedad instituida en el progreso social y en la prosperidad nacional. Asimismo, en la expresión más amplia y profunda de la vida misma. El sujeto, bajo esta forma de pensamiento no se mantiene frente al mundo en actitud contemplativa; no es en manera alguna un espectador desinteresado, sino como plantea Freire (1971):

...los hombres son seres de praxis (...) Si los hombres son seres del quehacer esto se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es praxis. Es transformación del mundo. Y, por ello mismo, todo hacer del quehacer debe tener, necesariamente, una teoría que lo ilumine. El quehacer es teoría y práctica. Es reflexión y acción. No puede reducirse ni al verbalismo, ni al activismo por lo tanto, ésta (la revolución) sólo es posible a través de la reflexión y la acción que incide sobre las estructuras que deben transformarse. (p. 161-162)

Bajo esta perspectiva, la educación venezolana, bajo este nuevo pensamiento, es concebida como espacio para las múltiples manifestaciones de reflexión y acción, llena de medios superiores de cultura necesarios para la penetrabilidad, que favorece el desarrollo integral a través del quehacer teórico y práctico, la formación científica y cultural, del contacto con la naturaleza y el arte, la investigación científica y la filosófica. Es decir, una formación en la libertad con responsabilidad, libertad creadora que favorece la innovación fecunda y la originalidad. Para todos los hombres, aprender y enseñar es inherente al hecho de vivir.
Vergara (2001), bajo el lema "No hay más educación que la educación de la libertad, en la libertad y para la libertad creadora" (p. 123), señala que el pueblo tiene la capacidad de ser su propio maestro, gobernar y dirigir su propia educación. En este sentido, la educación instruirá a las personas y formará en ellas una actitud con sentido de bien común y de pertenencia social donde sus acciones dependerán del grado de conciencia social que se tenga, por ello, en la medida en que una persona sea capaz de pensar por sí misma, de tomar decisiones, de buscar información relevante que necesite, de relacionarse de forma efectiva y cooperar con los demás, tendrá entonces capacidad de abstracción, de pensar en forma sistémica y comprender problemas complejos individuales y colectivos que le de la posibilidad de aportar soluciones.
No obstante, el valor de la educación no sólo consiste en la instrucción sistémica, es también la libertad creadora de un pueblo para redimensionar los espacios poniendo énfasis en lo ético, lo moral, lo solidario para lograr un bien común. Es decir, La libertad creadora adquiere así una significación socialmente reconstructiva y constructiva en la medida que contribuye al proceso social, al desarrollo consciente del ser humano, un redimensionamiento del hombre, de las relaciones en que vive y no de sujetos aislados, grupos o clases sociales particulares.
En función a lo anterior, es bueno resaltar la educación en la libertad creadora del pueblo que propuso el profesor Muhammad Yunus, (citado en Mas Herrera, 2008), a través de su "investigación científica, la teoría económica y las creencias acerca del sector financiero y bancario, así como sobre ¡los pobres del mundo!, logró transformar a un pueblo desde una educación en la libertad creadora, para lo cual utilizó sus conocimientos, su organización académica “para que una colectividad, de forma independiente, creativa e innovadora, se deshiciera de la pobreza”. De esta forma, la educación, la academia, la organización educativa, a través de la creatividad, la moral, si puede lograr grandes cambios ser dinamizadora de la transformación endógena, a partir del empeño de hombres y mujeres que logren por sí mismos, una mejor forma de vida.
En este orden la acción educativa dinamizadora y proactiva, en el contexto formativo venezolano, es el medio que puede inducir, conducir, aperturar y promover grandes cambios en la sociedad, todo depende del poder creativo para percibir, captar los problemas e involucrase en ellos, es decir ser aula abierta en la calle y formar desde la voz viva del ciudadano, tomando en cuenta el pensamiento de Simón Rodríguez. “Los hombres no están en sociedades para decirse que tienen necesidades... sino para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos, porque no satisfacerlos es perecer... no es hacer cada uno su negocio... sino pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él...”.
Esta idea robinsoniana se centra en el desarrollo de un modelo de democracia participativa original, basado en los valores de la herencia libertaria y por medio de la participación directa del pueblo en el proceso constituyente y en la consolidación de la República. Así, como propugnaba el Maestro, la República Bolivariana no es copia de ninguna otra experiencia, sino que es el pueblo en revolución en búsqueda de sus propios caminos.
Por esto, en la sociedad actual, es fundamental comprender los procesos de cambio social que se han venido generando y asumir un papel activo, constructivo, productivo y solidario, para favorecer de algún modo el curso de los procesos sociales. De esta manera, del protagonismo e implicación dependerá la búsqueda de soluciones de calidad a las diversas situaciones que surgen en el contexto comunitario, lo que dará lugar al establecimiento de una acción participativa que no sólo se concentra en la búsqueda y soluciones de problemas, sino en las necesidades de desarrollo personal (del ser humano) y comunitario como lo expresa Zambrano (2005):
…la interacción con otras personas, el desarrollo del pensamiento reflexivo, satisfacción de necesidades afectivas mediante la vinculación, autovaloración, además de la posibilidad de expresarse y de crear”(…) “diversas competencias, sentimientos de pertenencia, autonomía, proactividad, sentimiento de control psicológico y porque adicionalmente activa mecanismos que interconectan el espacio público y el privado, haciendo que el logro del bien común sea una tarea compartida. (p. 1)
En función a lo expuesto, resulta esencial integrarse, formar parte, socializar, pero no sólo eso como lo indica la misma autora sino también ““ser participe de”, es decir recibir prestaciones y disponer de servicios, y la otra “tomar parte de en”, ello es la capacidad de desarrollar iniciativas, tomar decisiones, ser parte activa de un proceso” (p. 1). Es decir, no sólo es importante integrarse, cualquiera lo hace, sino ser protagonista con una visión de transformación que se oriente hacia la autogestión, reflexión, satisfacción de necesidades, tomando en cuenta como lo plantea Arango (citado en Zambrano, 2005) los “principios de cooperación, solidaridad y ayuda mutua”. Se trata, de tomar decisiones compartidas desde un participar o co-participar dotado de organización y contenido. Los cuales representan grandes principios que se localizan en la nueva arquitectura del pensamiento venezolano que toma su basamento filosófico y pedagógico de Simón Rodríguez, “El maestro”, el propulsor de la educación popular, de Simón Bolívar, “El líder”, quien alienta el poder moral y la visión geopolítica de integración latinoamericana y de Ezequiel Zamora, el “General del pueblo soberano” quien centra su pensamiento en el desarrollo endógeno: Igualdad y productividad.
Por ello, bajo esta perspectiva, la acción educativa hoy día debe ser multidisciplinaria, establecer las condiciones necesarias para que los ciudadanos y ciudadanas tengan un mejor nivel de vida a través del aprovechamiento de las potencialidades políticas, económicas, sociales y naturales que presenta la realidad que les circunda, al mismo tiempo entiendan las necesidades de organización y participación en sus comunidades, en cuanto a que se hace cada vez más urgente adecuarse al nuevo pensamiento bolivariano, centrado en una relación de equidad/calidad, pertinencia social y la construcción de saberes que conducen a la solución de los problemas más sentidos de la sociedad. En este sentido, se parte del empoderamiento del conocimiento por parte del pueblo para la democratización, el cual es la meta de la nación que se dispone a derrotar el peor mal de la sociedad del siglo XXI: el hambre y la miseria.
De esta forma, uno de los objetivos de esta nueva arquitectura del pensamiento es la integración del trabajo comunitario y socioproductivo con la formación académica. En otras palabras, la interacción de los estudiantes y los profesores con su realidad y la participación protagónica de éstos en la transformación de su entorno, lo cual exige una visión del currículo como socioconstrucción permanente, inspirado en los principios y valores de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el conocimiento de la historia, de los orígenes, del pensamiento político latinoamericano y caribeño que se afianza en la identidad, y en una formación especializada flexible que responde a las necesidades y especificidades concretas de cada campo académico y de acción social.
Es así que la acción educativa parte de la dinámica del hacer y rehacer, crear y recrear, además en el desempeño de habilidades como son: pensar, resolver problemas, planificar, crear, interactuar con el entorno, evaluar situaciones, el uso, producción y comunicación de información, la necesidad de trabajo, estudiar, recrearse, conservar la salud, participar en tareas de la comunidad, es decir originar cambios desde el individuo hasta el colectivo.
En suma, uno de los retos de la nueva arquitectura del pensamiento es que la educación sea útil para la vida práctica desde una relación de “nosotros-todos-siempre”, en un hacer social permanente que provea el conocimiento necesario a los fines de accionar sobre la comunidad que desea transformarse, mediante la ampliación del horizonte temporal, el impacto, la concentración de esfuerzos, la capacidad de penetración, la complejidad y la viabilidad, de forma interdisciplinaria, multidimensional, investigativa, colectiva, diagnóstica y transformadora. Con el fin de incrementar las capacidades endogenizadoras del colectivo, tomando como cimiento las ideas del maestro Simón Rodríguez “O inventamos o erramos”.
Referencias Bibliográficas

Freire, Paulo. (1971). La educación como práctica de la libertad. Montevideo: Tierra Nueva, Montevideo.
Mas Herrera, María Josefina. (2008). Desarrollo endógeno y Educación. Estrategias de Transformación Comunitaria. Caracas: Panapo.
Rocca, Carlos José. (2007). Alejandro Korn y su entorno. La libertad creadora, Universidad Popular Alejandro Korn (UPAK).
Zambrano C, Alba. (2005). Participación y empoderamiento comunitario: rol de las metodologías implicativas. X Congreso Internacional del CLAD sobre Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santiago, Chile, 18-21 Oct.

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